

El oro de los tiempos crea sinuosos trazos, abstracciones de ese ojo incompleto que se enfoca en la sinédoque minimal insistiendo en que el mensaje de un detalle puede encapsular el ADN de toda una compleja ideología. Abstracción de la letra fragmentada, paisaje de la violencia, arquitectura de la represión, José Ángel Vincench (Cuba, 1973) ha mimetizado como nadie el debate entre imagen y poder en un estado totalitario.
The weight of words (El peso de las palabras), que se exhibe en la Galería Thomas Jaeckel, de Chelsea, es una fascinante puerta a esa mezquita del silencio, alucinante madraza que el artista ha levantado pieza a pieza, en la que toda la simbología del poder queda cosificada, despojada de su agresividad visual y convertida en materia concreta, elegante geometría de oros y blancos.
Para entender como Vincench ha llegado a dominar esa alquimia que le permite transformar el plomo político en pan de oro, hay que viajar dos décadas atrás, a las obras de la serie La huella simbólica, en las que el artista ya desmontaba con sarcasmo y lucidez la retórica política.
Desde entonces advertía un circunstancia a la que me he referido en otros ensayos: “que el cubano no sólo está preso en una cárcel natural, física; es además reo de conciencia de una estructura ideológica, de un mundo de construcciones semánticas. Eso implica que no exista liberación real sin el desenmascaramiento de la esencia reaccionaria de esos discursos ideológicos de sometimiento”.